miércoles, 20 de abril de 2016

Pentecostés 2016: Nuestro altarcito

“El amor de Jesús nos ilumina el corazón”

En la hermosa misión de acompañar la espiritualidad de nuestros niños, nos dejamos recrear una vez más por el Espíritu Santo, Espíritu de amor, Espíritu que nos viene a iluminar el corazón e impulsar con la alegría de Jesús a vivir la fe en obras de misericordia.

¡Qué bueno es dejarnos contagiar! por la alegría del Espíritu Santo que Dios Padre  ha derramado en nuestros corazones (Cf. Gal 4, 6); dejarnos mover por él, dejarnos encender la vida por el fuego de amor que nos regala Jesús!

El fuego de amor que Jesús nos regala, nos enciende el corazón y se manifiesta en dones concretos…, dones que nos ayudan a crecer en la capacidad de un trato dulce, alegre, simple, no forzado, amable en el recibir a los demás, nos ayuda a hacernos compañeros de camino de los más pequeños con la caridad de los amigos de Dios. El Espíritu nos da una mirada atenta que nos hace salir al encuentro de aquel rostro que llama más fuerte a nuestra puerta, nos renueva la paciencia de escuchar con el corazón a nuestros niños, nos quita el temor y nos enseña a ver a Jesús, a reconocerlo en los rostros de los más pequeños, nos da sentimientos de paz, nos anima y fortalece para la misión.

Cuando se trata de dejarse encender el corazón por el Espíritu…¡los niños son maestros!, porque cuando descubren el amor de Jesús, espontáneamente lo comunican y comparten con quienes lo necesitan. Y con su creatividad tienen la capacidad de expresarlo de diversas maneras que renuevan nuestra admiración. Se trata de una realidad dinámica y en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal y nosotros lo podemos custodiar.

Le pedimos al Espíritu Santo que encienda en nosotros los dones que necesitan nuestros niños hoy, y así ser misioneros de Jesús para que muchos descubran la alegría de seguirlo y anunciarlo.
El Espíritu Santo siempre nos hace Misericordiosos-Misioneros, la misericordia conlleva la gracia de la misionariedad, del salir de sí para  anunciar y compartir con otros la alegría de ser amigos de Jesús.

Nos animamos a alegrarnos por los dones del Espíritu Santo que brillan hoy en nuestros niños y nos comprometemos a custodiarlos para que puedan iluminar cada vez más nuestra dulce y confortadora tarea de avengelizar...

Nuestros niños nos iluminan con el don de la alegría y la capacidad de festejar por lo simple y hermoso que descubren de la vida de Jesús; nos iluminan con gestos de gratuidad que son una caricia al corazón; con la necesidad de amar y ser amados; con la sencillez de aceptar a los demás sin juzgar por las apariencias; nos iluminan con la docilidad de dejarse sorprender por lo bueno y bello, por animarse a sacar a la luz y sin temor lo que conocen de Jesús.

¡Cuánto bien nos hace contemplar a los niños desde la mirada de la misericordia! porque nos damos cuenta que, ante todo, Jesús con su Espíritu rescata en nosotros la capacidad de hacernos cercanos a las realidades que viven los más pequeños para poder así, cuidar y acariciar las fragilidades que nos fueron confiadas.         



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